Fractal: el dolor de la juventud actual

Esta película llega justo al imaginario de quienes sienten un limbo de su vida, más allá de una pérdida por el cambio o una preocupación posible, el sentimiento de la incertidumbre crece. Esta historia nos conduce hacia una introspección de cada uno de los personajes —incluso de nosotros— que aparecen en pantalla, en común tienen que son jóvenes, justo pareciera un pensamiento generalizado: “¿Qué haré de mi vida, ahora?”.

La cinta Fractal es la primera obra de Mariana González, también el guion es suyo. Muchos elementos podemos destacar, sobre todo la selección de fechas en el desarrollo de la historia; se nos presenta un escenario de domingo, quienes hemos estado presentes los domingos conocemos esa cortina que los caracteriza. A través de elecciones —que pudieran ser pequeñas— es que logra conectar con los espectadores. También se presenta la posibilidad de una desaparición, un tema que por mucho que quiera ocultarse, remueve la conciencia social.

Fractal también nos muestra que en la actualidad duele ser joven, ya sea desde lo individual o desde lo colectivo, se haga uno para donde se haga, ser joven duele y en escena es un recordatorio constante. Si no es por la falta de oportunidades, lo es por el enfrascamiento de una realidad idealizada, o por la ruptura abrupta de la falsa estabilidad, o incluso por el entorno violento. Aunque es más una mirada desde la aspiración, una realidad construida para encontrar esa paz que pide a gritos, no queda tan lejos de la cotidianidad de muchos jóvenes hoy.

Marco, Fede y Tamara tienen apariencia de tener la vida resuelta, a partir de que no encuentran a su amiga Mónica comienzan a destaparse cada uno de los aspectos que tratan de esconder. También poseen cuerpos de adultos, pero ¿Qué es ser un adulto entre esta juventud?

Cada una de las escenas acaricia los escenarios más incómodos de la realidad mexicana, culpabilizando a las generaciones más jóvenes, cuando sólo son estas quienes están viviendo los estragos de las malas decisiones de las anteriores. Así se explica la normalización del consumo de sustancias, la generación de proyectos alternativos como vía de trabajo, la mucha o nula preocupación del porvenir. Lo curioso es como todo lo anterior, que no depende directamente de la juventud, se lo avientan a la cara de estos en reproches, como si fueran los culpables directos de todo un sistema.

En algún punto la juventud actual ha sido una Tamara, un Marco, una Mónica o un Fede. Entre la preocupación extrema y el alivianarse sin ser consciente de las consecuencias.

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