Dentro de mis expresiones humanas favoritas están el cine y la comida, esta película tiene ambas y por eso me encantó.
Con un trasfondo histórico político, ubicada un poco antes de la revolución francesa, este filme se desliza gracias a la comida sobre la mesa. En una Francia donde saber comer es privilegio de quien puede pagar a cocineros (aún no son Chefs).
Manceron es nuestro protagonista, aunque es más la cara de todo lo que pasa detrás. Una crítica política endulzada y suave sobre el fenómeno de comer, pues varios son los diálogos en donde se menciona que no cualquiera sabe hacerlo.
Es una comedia ligera, entretenida y justa que se cuenta en el momento, pues si bien algunos personajes traen su pasado a colación, son ellos mismos quienes lo hacen a través del diálogo.
La fotografía es casi artística, incluso juega con ello al grado de presentarnos bodegones, que a su vez funcionan como la división propia de la misma historia. Si tienen oportunidad, véanla.