Tengo mucho por hacer en estos días, pendientes y tareas son lo que me sobra; así que tomé la decisión más coherente de todas, fuí a que me cortarán el cabello.
Parece que la estilista quería dejarme toda memoria tuya, de tus manos recorriendo mi nuca, pues solo se limitó a cortar las puntas. Ella tocó mi cabello como si yo fuera la criatura más delicada durante esa sesión, aquel gesto me hizo llorar.
Yo solo con la mirada gacha, entiendo que te extraño, pero jamás imaginé que la lloradera me agarraría así de vulnerable. Las tijeras con cuidado sacaban solo lo mínimo, yo iba dispuesta incluso a que cortarán más de cinco centímetros, pero no.
Ni ella ni yo dijimos nada, al parecer entendió que no lloraba por mi cabello, cuando nuestras miradas se cruzaron a través del espejo, solo me sonrió. Retiró con cuidado la batita que protege la ropa, le agradecí, pagué y me fuí.